|
Un taxi “botero” Chevrolet en las calles de Cuba Autor: Walfrido López R. |
No
ver, no oír, no hablar y .. no hacer fotos “incomodas” en las calles de
La Habana, parece ser que hoy una nueva máxima para las fuerzas del
orden. Hay un país, una Cuba que vivo a diario y no aparece en los
catálogos para turistas porque allí no afloran las mansiones de Miramar,
no hay lindas playas, los ancianos envejecen de forma acelerada y en
muchas esquinas de la ciudad hay edificios en ruinas
como
los de Bosnia 1995, aunque La Habana no ha sido bombardeada ni jamás ha
sufrido terremotos. Al gobierno cubano no le gusta que fotografíes esa
Cuba y mucho menos la muestres al mundo. Para mí es muy fácil
encontrarla porque la vivo cada día, pero muchos cubanos no la ven
porque es más fácil huir de ella. No los culpo, a nadie le gusta lo feo,
lo sucio, lo malo o la decadencia. En la periferia de la ciudad, en
avenida 51 y 144 hay un muro olvidado, lleno de huecos, cubierto por el
moho y la dejadez. Allí hay un gigantesco mural con un desgastado slogan
gubernamental y un excesivo uso del color rojo. Por delante de la
pared, a un ritmo de dos por minutos, pasan los viejos autos americanos
de la década del 50´s de todos los colores y marcas, reconvertidos hoy
en taxis “boteros” y que van de la piquera de La Lisa al Parque Central o
viceversa. Los que me conocen saben que tengo “debilidad” por la
belleza y el simbolismo de estos autos. Allí mismo, frente a ese muro, a
100 metros del puente La Lisa (zona periférica que muchos consideran
peligrosa) a las 3 de la tarde del jueves 12 de Enero del 2012 saqué mi
cámara digital, apunté y empecé
clic, clic, clic mientras
ellos iban y venían. No podía pasar por mi cabeza que 10 minutos
después, esa sería la causa de mi primer encontronazo con el
Departamento Seguridad del Estado (DSE), la policía política del
gobierno cubano, también conocida por todos como el temido G2 del
Ministerio del Interior (MININT).
De
tanto hacer fotos, mi visión periférica se me ha desarrollado un poco
más de lo normal. Así que me puse en defensiva cuando ante mi asombro,
casi a mi espalda, un hombre viene corriendo hacia mí con la clara
intención de sorprenderme desde atrás. Llego rápido, pero a esas alturas
ya me había dado tiempo para guardar la cámara en mi bolso y es que la
primera idea que me pasó por la cabeza es que era un ladrón de cámaras.
Al girar mi cabeza a la izquierda y verlo venir hacia mí, algo muy
rápido me pasó por la mente y me hizo cambiar la percepción del momento y
del personaje. Él era un joven blanco, de complexión fuerte, calzaba
botas negras, vestido con jean y camisa de medianos cuadros de color
rojo y blanco, rubio pero estaba pelado bajito, ojos azules y portaba un
bolso. Para los que no están familiarizados con el asunto, este es el
clásico módulo de ropas que se venden en los comercios de los militares
cubanos. Por eso a veces, es muy fácil identificarlos en la calle, pues
todos compran en la misma tienda. Por esta razón, cuando varios de ellos
coinciden en un mismo lugar de operaciones policiales es muy fácil
identificarlos. No es necesario comentar que ese detalle es considerado
por muchos como un error del operativo militar, pues se pierde el
llamado “factor sorpresa”. Le miré a la cara, le miré a los ojos y no
venía en buena onda. Sin identificarse, sin presentarse y de muy mala
forma me preguntó casi gritando ¿De dónde tú eres?¿Para quién tu trabajas? No
hizo falta identificarse, esas dos preguntas y el tono prepotente de su
voz bastaron para confirmarme que tenía delante de mí lo que
despectivamente en Cuba llamamos “un seguroso”. He pensado mucho en ese
instante, y reflexionando he tenido la certeza que esa entrada fuerte
combinada con el factor sorpresa fue muy bien pensada, entrenada y no
era algo espontáneo. Es muy común “paralizar” a un civil “metiéndole
miedo” en plena calle, porque los militares saben que el miedo funciona
cuando quieren callarte. Como el slogan de un aceite de frenos que tiene
un comercial en la radio turista cubana, el miedo “te para en seco”.
Pero esta vez se equivocó, porque en realidad ahí fue cuando empezó
nuestra discusión.
El
interrogatorio en plena calle debió durar diez minutos. La ronda de
preguntas giraron en torno a un mismo eje ¿De qué país eres? R/ Cuba ¿En
provincia vives? R/ La Habana ¿En qué municipio vives? R/ Nuevo Vedado,
Plaza de la Revolución ¿Para qué periódico trabajas? R/ Ninguno ¿Por
qué tiras fotos? R/ Soy fotógrafo aficionado ¿Qué haces con las fotos?
R/ La tengo en mi computadora y las comparto con mis amigos vía Internet
¿Por qué estas en el municipio La Lisa a esta hora? Estoy enfermo y fui
a una consulta al Hospital Ortopédico “Frank País”. Eran demasiadas
preguntas inquisidoras chocando contra verdades respondidas en ráfaga y
probablemente él no está acostumbrado a eso. En cambio el usó mentiras,
como por ejemplo “algunos vecinos te han visto en otros momentos,
escondido, acechando en las esquinas y haciendo muchas fotos” R/ Eso es
MENTIRA, primero soy un trabajador de una oficina estatal y cada día me
despierto a las 6:00am, después de un viaje de una hora entro a mi
oficina antes de las 8:00 am y después de 8 horas de trabajo regreso a
casa. Si no fuera por el viaje a la consulta en el hospital, hoy jueves,
a esta hora yo estaría detrás de un buró con mi computadora no como tú
“cazando” fotógrafos en las calles de La Habana. Segundo, haciendo uso
de todos mis derechos como ciudadano cubano, no me escondo para hacer
fotos en lugares públicos. Un mes atrás hice decenas de fotos durante el
recorrido de la Virgen de la Caridad por toda La
Habana sin esconderme y créeme, nadie me molestó. Tercera razón, la
última y terminamos, hace dos años no vengo al municipio La Lisa. Estoy
seguro que no le gustó mis respuestas a pesar que todas eran la pura
verdad. Tal vez estaba decepcionado porque esperaba “otras” respuestas,
un confesión o el silencio y la cabeza baja. Como mismo a mí no me
gustaron sus preguntas porque cuestionaban todos mis derechos
ciudadanos. Pero cuando en Cuba, un agente de la ley, no importa dónde,
ni cuándo, ni la causa, te pide identificarte, el ciudadano tiene (por
ley) que entregarle el carnet de identidad al oficial. Hago el
comentario porque, por supuesto ante mis respuestas y cuestionamientos,
el siguiente paso fue la solicitud de identificación. A pesar de
entregar en sus manos el documento, cuando le pedí que en reciprocidad
se identificara, él se identificó como “el oficial Alberto”. Fue
descortés y no lo hizo con toda la transparencia posible. Solo me
comentó que era un oficial de “la contrainteligencia militar”. Ante mi
insistencia del requerimiento de que necesitaba se identificara como un
oficial de la ley porque él iba vestido de paisano y yo como civil
necesitaba corroborar que era verdad la información que me estaba
brindando verbalmente. De mala gana solo me enseñó por un breve instante
una vista parcial de su carnet del MIMINT donde se podía leer bien
grande Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Pude ver su foto,
pero hábilmente tapó con un dedo la línea que mostraba su verdadero
nombre, rango y unidad. Gracias a esa habilidad, hoy no puedo nómbralo
como es debido. Él debió practicar mil veces y obtener notas
sobresalientes en este ejercicio cuando estudió en alguna academia del
MININT. Pero de seguro desaprobó otras asignaturas, porque recuerdo la
mala cara que puso y su disgusto descompuesto, cuando le hice el
comentario que él era un policía con muy mala puntería ciudadana, porque
habiendo ejercido un procedimiento muy descortés y brusco conmigo,
había tenido el mal acierto de equivocarse y ser la primera vez en mi
vida que un policía requería mi carnet de identidad, incluso sin una
causa probable. Admito mi novatada y de seguro si hubiera una próxima
vez, no estaré desprevenido.
De
regreso a casa, me directo fui a visitar a mi amiga/abogada/bloguera
independiente, la Lic. Regina Coyula que trabaja para la
Asociación Jurídica Cubana (AJC)
, y le comenté el desagradable encuentro. Intentaba blindarme ante las
amenazas de una molesta visita a las oficinas de mi centro laboral para
la verificación de los datos entregados. Ella intentó tranquilízame
comentándome que las probabilidades que eso pasara eran mínimas.
Motivada por el evento, ella tuvo el lindo detalle de publicar un post
con el título
“De policías y ciudadanos”
en su blog “Mala Letra”. También me comentó su preocupación por un
hecho muy común en estos días. Sucede que el desconocimiento de la ley
desprotege y deja indefenso a loss ciudadanos frente a militares, cuando
estos hacen cumplir la legislación vigente. Incluso, le dio un enfoque
al asunto que yo hasta ese momento no había tenido en cuenta. Es verdad
que la ley obliga a entregar una identificación cuando las autoridades
cubanas así lo requieran, pero también obliga a los militares a entregar
sus documentos si el civil así lo solicitara. Lo peor es que los
militares saben el procedimiento porque lo estudian en las academias de
policías, pero sacan la ventaja del desconocimiento de la ley por parte
de los ciudadanos y niegan, retienen o muestran parcialmente el
documento, violando ellos misma la ley que tratan de ejercer con toda la
fuerza sobre el civil.
He
tenido mucha paciencia ciudadana y esperé más de un mes por “el oficial
Alberto”. A pesar de sus amenazas de verificar personalmente mis datos,
nunca apareció en mi oficina. Y hasta hoy nadie del Comité de Defensa
de la Revolución (CDR) de la calle donde vivo me ha visitado con
pregunta incómoda o ha existido alguna represalia. Así que mi amiga
Regina no sé equivocó y las probabilidades funcionaron a mi favor. En un
momento difícil
de la discusión recordé aquel corto de video de ¿ficción? del escritor/guionista
Eduardo del Llano
en el que el antihéroe Nicanor O’Donnell es detenido en plena calle y
luego es interrogado en el sótano de una estación de la Policía Nacional
Revolucionaria (PNR) ¿La acusación? el prisionero tenía la “extraña”
afición de salir por las noches a pintar carteles pro gubernamentales.
Traje este recuerdo a mi mente y en un momento duro de la discusión,
procesé rápido mi pregunta y le espeté en su cara “
Entonces,
por fin ¿Está prohibida hacer fotos en las calles de Cuba? ¿Está
prohibido tirar fotos a los carteles gubernamentales?” Tengo que admitir que fue
genialmenteinfantil en su respuesta “No está prohibido hacer fotos, el problema es el
“destino” de esas fotos”. Esa respuesta fue el evento que marco la curva de caída y final del encontronazo.
Pero si un día “el oficial Alberto” lee este post y mira tres párrafos arriba, sabrá cual fue
el
“destino” de esa foto, nada más y nada menos que mi propio blog. Pero
hay más, porque el evento me motivó a crear un serie de fotos llamada
“Cuba in motion”
#cubainmotion .
La inspiración la encontré en quienes son uno de los miembros de honor
de mi lista de héroes: los bellos autos americanos de la década del 50s
se que pasean por toda Cuba después de haber sobrevivido a una “guerra
fría”, a la “caída de un muro” y a un “periodo especial en tiempo de
paz”. Comparto hoy nueve las fotos que existen, pero agregaré mas según
las tenga. Todas las fotos del proyecto “Cuba in motion”
#cubainmotion estarán en mi perfiles de redes sociales, como son
Facebook,
Picasa,
Flickr, y
Twitter
siempre bajo licencia Creative Commons para que todos las puedan
disfrutar y compartir siempre que citen al autor. Solo me queda darle
las gracias a “el oficial Alberto” y todos sus colegas, porque en
definitiva ellos son uno de los grandes motivos para abrirme este blog.
PD:
Este escrito fue originalmente escrito en Marzo del 2012. La foto que
acompaña al post fue tomada muy cerca del puente de La Lisa momentos
antes de la “interrupción oficial”.