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lunes, 22 de abril de 2013

¿Casa o auto? Un dilema cubano

Almendrón cubano convertido en casamóvil  Foto: Walfrido López R.
Durante los más de 50 años de eso que algunos llaman revolución, los cubanos no hemos tenido  la oportunidad de ser dueños de una propiedad de relativo valor económico. Por múltiples causas siempre nos ha sido difícil tener dinero y en los pocos casos de éxito, no existen opciones legales, seguras y viables donde invertir el pequeño capital de origen nacional. Por eso los que alguna vez han tenido la suerte de tener unos pocos miles han considerado mover su dinero a una de las escasas opciones que existen de compraventa: un auto americano importado a Cuba antes de 1959.

Después de más de cinco décadas sin concesionarios de autos americanos, sin poder importar piezas de repuestos o mano de obra especializada, ha sido inevitable que la cantidad de automóviles con ese origen haya disminuido considerablemente. Durante todos estos años su demanda en el mercado informal siempre ha sido mayor que la oferta, siendo esta la principal razón de sus elevados precios en el mercado. En general, estos viejos automóviles no se compran para que sean vehículos familiares de paseo sino para convertirlos en almendrones, que es como son conocidos en Cuba los viejos taxis privados que cobran el pasaje a solo 10 pesos cubanos (0,50 USD) por viajar muchas veces más de 10Km. Para los extranjeros y turistas que visitan la isla, ese precio puede parece barato pero para la mayoría de los cubanos con salarios promedios de 250 pesos al mes (10 USD) ese coste del pasaje en taxis es caro. Así que muchas veces los cubanos de a pie prefieren esperar un tiempo interminable en las paradas a que pase su guagua o simplemente caminar a su destino. Quienes manejan los almendrones son conocidos como boteros y son taxistas particulares de todas las edades que por necesidad de alimentar sus familias en eternos tiempos de crisis están sentados detrás de un volante de sol a sol. Muchos de ellos han renunciando a sus profesiones de maestros, ingenieros, científicos o médicos para hacer dinero manejando. Su ingenio e invención no tiene fin para mantener vivos estos veteranos automóviles. Ellos son los “culpables” que viejos Ford, Cadillac, Oldsmobile, Chevrolet o Chrysler de las décadas del 30, 40 y 50 que en otros lugares del mundo estarían en museos o negocios de chatarra, aún hoy podemos verlos rodando en las calles de Cuba.

Los almendrones cubanos se heredan de generación en generación como si fuera la gallina de los huevos de oro. Solo se venden en caso de emergencia, para comprar otro mejor o en casos excepcionales como la necesidad de dinero para comprar pasajes para emigrar del país. Su propietario sabe que esos tickets son una buena inversión porque además de asegurar el futuro y confort de la familia, con el tiempo ese dinero regresará y se podrá reponer el almendrón. Es por eso que algunos emergentes “cubanos de éxito” que no tienen techo o viven alquilados, ante el eterno dilema nacional de ¿comprar una casa o auto? han solucionado el problema comprando primero el almendrón y convirtiéndolo en una casamóvil familiar durante buen tiempo. Y luego con las ganancias, comparase una casa ¡Así matan dos pájaros de un tiro!


lunes, 15 de abril de 2013

Nosotros, los sobrevivientes


Vidriera de una tienda cubana  Foto: Walfrido López R.
Bueno, no caben dudas que si estoy vivo y haciendo el cuento es que sobreviví a los duros años del período especial en Cuba. Para sorpresa mía, ahora resulta que como resistí el hambre comiendo coles en los años 1990, soy uno de los miles de casos incluidos en un estudio científico realizado por doctores cubanos, españoles y americanos de prestigiosos centros como la Universidad de Alcalá, Universidad Johns Hopkins, Universidad de Harvard y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en España. Durante  más de veinte años los especialistas se han dedicado seguir la trazabilidad miles de sobrevivientes. El artículo científico publicado en el British Medical Journal muestra entre otros resultado que hacer “ejercicios” ayuda a bajar el colesterol y disminuir las enfermedades coronarias.

Yo recuerdo vidrieras vacías, hoteles en apartheid, gente fabricando sus propios jabones para poder bañarse, amigos comprando tickes solo de ida, avenidas en calma y gente tan delgada en las calles que parecían esqueletos andantes. Pero parece que para los científicos ¡Ay los científicos! no todo es tan malo. Al fin y al cabo, bajar de peso hasta parecer un güin por forzosamente pedalear en ayunas decenas de kilómetros, a una velocidad de más de cuarenta revoluciones por minutos, encima de una vieja y pesada bicicleta china, por verte obligado a llegar cada día temprano a la oficina, tiene sus beneficios. Al menos ya sé que me pude haber muerto de cualquier cosa menos de diabetes o del corazón ¡La bala que te zumba al oído no es la que te va a matar!

miércoles, 10 de abril de 2013

Veo veo ¿Qué ves?

Un indigente cubano duerme en una parada de guagua  Autor: Walfrido López R.
Ya es de día en La Habana y el indigente aun duerme su noche en el frio mármol de una parada de guagua. Es febrero, es el “invierno cubano” de 15 grados Celsius y él se protege con un viejo abrigo ruso. Pero yo sé que ha sido una noche muy fría y la ha pasado mal. La gente pasa y no quiere verle la cara. En realidad, en el justo instante que pasan a su lado apuran el paso. Él puede ser un vecino, amigo, colega o el abuelo de algún amigo nuestro. De él no hay fotos en periódicos cubanos y nunca se menciona en Radio, TV, ni blogs oficialistas. Es más fácil fijarse en la paja del ojo ajeno al mirar por la ventana y asombrarse ante los problemas económicos, políticos y sociales que hoy vive parte del planeta. Lo difícil es pararnos frente al espejo para ver la fea realidad de la crisis dentro de nuestra propia casa. Solo así tendremos la oportunidad del análisis de nuestra sociedad y luego cambiarla para mejor.

lunes, 8 de abril de 2013

Dias de Fe

Instalación artística FE en una fachada del malecón de La Habana Foto: Walfrido López
Clavada en el tiempo, La Habana se desangra, y muere. Esta ciudad ha tenido tanto sufrimiento, ha visto tanta sangre correr, que merece una corona de espinas. El vía crucis ha sido largo y doloroso. Esta ciudad que me vio nacer sufre, y yo también sufro con ella cuando la veo caer, en cada estación, ladrillo a ladrillo. Nadie limpia sus heridas. Nadie hace nada. O mejor, sí. Todos miramos al cielo y rezamos a Dios cada día para que un huracán no atraviese la ciudad de lado a lado, o que no lluevan tres días seguidos y después salga el sol. En cada amanecer le damos las gracias al Señor porque la naturaleza es sabia, y aquí no hay volcanes, no hay terremotos, no hay tsunamis…

Es Viernes Santo, es Semana Santa, es el Año de la Fe ¡Nuestra Fe es más grande que nosotros mismos! El polvo de las ruinas me da coriza, pero ya no me hace llorar. Hace años no lloro. Menos mal, porque ya no tengo más lagrimas. Otra crisis, otra vez en caída libre, otra vez el país se lo llevan en rumbo desconocido. Cada día en las calles hay más zombis, locos, putas, perros y mendigos. Cada día hay más muertos debajo de los escombros, pero aun no aparecen las aves de rapiña. Hoy cierro la boca, me tapo la nariz, abro los ojos y me dejo rodar por la Calzada 10 de Octubre, Monte, Reina, Belascoaín, Infanta, Carlos III, Ayestaran y Calzada del Cerro. ¡No se me quita la maldita sensación de ser un sobreviviente de cuatro guerras mundiales! El que cae, muere. El que se tambalea y cae, también muere. El “truco” está en no tocar el suelo. En cuestión de minutos, de día o de noche, un ejército hormigas desmiembra un viejo y enorme edificio que se ha derrumbado. Son muy codiciadas las grandes verjas forjadas por esclavos, los arquitrabes de madera de la época colonial y los ladrillos cocinados durante el machadato. Todo se vende a precio de rastro. Fundar una nación demora siglos. Desconstruir un país tarda minutos. No tengo dudas, el sistema nos ha fallado. El castrismo nos deja como herencia una ciudad congelada en el tiempo. Las ruinas de la catástrofe se extienden más allá de La Habana, porque la onda expansiva tiene alcance (inter)nacional.

El cubano de a pie tiene prioridades, como el más común de los mortales ¿Comer o no comer? ¿Comer o comprar pintura para la fachada? ¿Comer o comprar maderas para las puertas? ¿Comer o comprar cristales para arreglar las ventanas? ¿Comprar un plato de comida o un saco de cemento, clavos, tornillos, pintura, una brocha, un destornillador, un pico, un cubo, una pala? Mi amor, por favor, no me preguntes más por qué se me derrumbó el techo de la casa encima de mí cabeza y yo no hice nada. Mírame bien a los ojos ¡Estamos vivos! Y tal vez hoy sea nuestra última vez... aquí nunca se sabe. 

29/Marzo/2013 La Habana, Cuba

viernes, 5 de abril de 2013

La inocencia interrumpida

Un taxi “botero” Chevrolet en las calles de Cuba  Autor: Walfrido López R.
No ver, no oír, no hablar y .. no hacer fotos “incomodas” en las calles de La Habana, parece ser que hoy una nueva máxima para las fuerzas del orden. Hay un país, una Cuba que vivo a diario y no aparece en los catálogos para turistas porque allí no afloran las mansiones de Miramar, no hay lindas playas, los ancianos envejecen de forma acelerada y en muchas esquinas de la ciudad hay edificios en ruinas  como los de Bosnia 1995, aunque La Habana no ha sido bombardeada ni jamás ha sufrido terremotos. Al gobierno cubano no le gusta que fotografíes esa Cuba y mucho menos la muestres al mundo. Para mí es muy fácil encontrarla porque la vivo cada día, pero muchos cubanos no la ven porque es más fácil huir de ella. No los culpo, a nadie le gusta lo feo, lo sucio, lo malo o la decadencia. En la periferia de la ciudad, en avenida 51 y 144 hay un muro olvidado, lleno de huecos, cubierto por el moho y la dejadez. Allí hay un gigantesco mural con un desgastado slogan gubernamental y un excesivo uso del color rojo. Por delante de la pared, a un ritmo de dos por minutos, pasan los viejos autos americanos de la década del 50´s de todos los colores y marcas, reconvertidos hoy en taxis “boteros” y que van de la piquera de La Lisa al Parque Central o viceversa. Los que me conocen saben que tengo “debilidad” por la belleza y el simbolismo de estos autos. Allí mismo, frente a ese muro, a 100 metros del puente La Lisa (zona periférica que muchos consideran peligrosa) a las 3 de la tarde del jueves 12 de Enero del 2012 saqué mi cámara digital, apunté y empecé clic, clic, clic mientras ellos iban y venían. No podía pasar por mi cabeza que 10 minutos después, esa sería la causa de mi primer encontronazo con el Departamento Seguridad del Estado (DSE), la policía política del gobierno cubano, también conocida por todos como el temido G2 del Ministerio del Interior (MININT).

De tanto hacer fotos, mi visión periférica se me ha desarrollado un poco más de lo normal. Así que me puse en defensiva cuando ante mi asombro, casi a mi espalda, un hombre viene corriendo hacia mí con la clara intención de sorprenderme desde atrás. Llego rápido, pero a esas alturas ya me había dado tiempo para guardar la cámara en mi bolso y es que la primera idea que me pasó por la cabeza es que era un ladrón de cámaras. Al girar mi cabeza a la izquierda y verlo venir hacia mí, algo muy rápido me pasó por la mente y me hizo cambiar la percepción del momento y del personaje. Él era un joven blanco, de complexión fuerte, calzaba botas negras, vestido con jean y camisa de medianos cuadros de color rojo y blanco, rubio pero estaba pelado bajito, ojos azules y portaba un bolso. Para los que no están familiarizados con el asunto, este es el clásico módulo de ropas que se venden en los comercios de los militares cubanos. Por eso a veces, es muy fácil identificarlos en la calle, pues todos compran en la misma tienda. Por esta razón, cuando varios de ellos coinciden en un mismo lugar de operaciones policiales es muy fácil identificarlos. No es necesario comentar que ese detalle es considerado por muchos como un error del operativo militar, pues se pierde el llamado “factor sorpresa”. Le miré a la cara, le miré a los ojos y no venía en buena onda. Sin identificarse, sin presentarse y de muy mala forma me preguntó casi gritando ¿De dónde tú eres?¿Para quién tu trabajas? No hizo falta identificarse, esas dos preguntas y el tono prepotente de su voz bastaron para confirmarme que tenía delante de mí lo que despectivamente en Cuba llamamos “un seguroso”. He pensado mucho en ese instante, y reflexionando he tenido la certeza que esa entrada fuerte combinada con el factor sorpresa fue muy bien pensada, entrenada y no era algo espontáneo. Es muy común “paralizar” a un civil “metiéndole miedo” en plena calle, porque los militares saben que el miedo funciona cuando quieren callarte. Como el slogan de un aceite de frenos que tiene un comercial en la radio turista cubana, el miedo “te para en seco”. Pero esta vez se equivocó, porque en realidad ahí fue cuando empezó nuestra discusión.

El interrogatorio en plena calle debió durar diez minutos. La ronda de preguntas giraron en torno a un mismo eje ¿De qué país eres? R/ Cuba ¿En provincia vives? R/ La Habana ¿En qué municipio vives? R/ Nuevo Vedado, Plaza de la Revolución ¿Para qué periódico trabajas? R/ Ninguno ¿Por qué tiras fotos? R/ Soy fotógrafo aficionado ¿Qué haces con las fotos? R/ La tengo en mi computadora y las comparto con mis amigos vía Internet ¿Por qué estas en el municipio La Lisa a esta hora? Estoy enfermo y fui a una consulta al Hospital Ortopédico “Frank País”. Eran demasiadas preguntas inquisidoras chocando contra verdades respondidas en ráfaga y probablemente él no está acostumbrado a eso. En cambio el usó mentiras, como por ejemplo “algunos vecinos te han visto en otros momentos, escondido, acechando en las esquinas y haciendo muchas fotos” R/ Eso es MENTIRA, primero soy un trabajador de una oficina estatal y cada día me despierto a las 6:00am, después de un viaje de una hora entro a mi oficina antes de las 8:00 am y después de 8 horas de trabajo regreso a casa. Si no fuera por el viaje a la consulta en el hospital, hoy jueves, a esta hora yo estaría detrás de un buró con mi computadora no como tú “cazando” fotógrafos en las calles de La Habana. Segundo, haciendo uso de todos mis derechos como ciudadano cubano, no me escondo para hacer fotos en lugares públicos. Un mes atrás hice decenas de fotos durante el recorrido de la Virgen de la Caridad por toda  La Habana sin esconderme y créeme, nadie me molestó. Tercera razón, la última y terminamos, hace dos años no vengo al municipio La Lisa. Estoy seguro que no le gustó mis respuestas a pesar que todas eran la pura verdad. Tal vez estaba decepcionado porque esperaba “otras” respuestas, un confesión o el silencio y la cabeza baja. Como mismo a mí no me gustaron sus preguntas porque cuestionaban todos mis derechos ciudadanos. Pero cuando en Cuba, un agente de la ley, no importa dónde, ni cuándo, ni la causa, te pide identificarte, el ciudadano tiene (por ley) que entregarle el carnet de identidad al oficial. Hago el comentario porque, por supuesto ante mis respuestas y cuestionamientos, el siguiente paso fue la solicitud de identificación. A pesar de entregar en sus manos el documento, cuando le pedí que en reciprocidad se identificara, él se identificó como “el oficial Alberto”. Fue descortés y no lo hizo con toda la transparencia posible. Solo me comentó que era un oficial de “la contrainteligencia militar”. Ante mi insistencia del requerimiento de que necesitaba se identificara como un oficial de la ley porque él iba vestido de paisano y yo como civil necesitaba corroborar que era verdad la información que me estaba brindando verbalmente. De mala gana solo me enseñó por un breve instante una vista parcial de su carnet del MIMINT donde se podía leer bien grande Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Pude ver su foto, pero hábilmente tapó con un dedo la línea que mostraba su verdadero nombre, rango y unidad. Gracias a esa habilidad, hoy no puedo nómbralo como es debido. Él debió practicar mil veces y obtener notas sobresalientes en este ejercicio cuando estudió en alguna academia del MININT. Pero de seguro desaprobó otras asignaturas, porque recuerdo la mala cara que puso y su disgusto descompuesto, cuando le hice el comentario que él era un policía con muy mala puntería ciudadana, porque habiendo ejercido un procedimiento muy descortés y brusco conmigo, había tenido el mal acierto de equivocarse y ser la primera vez en mi vida que un policía requería mi carnet de identidad, incluso sin una causa probable. Admito mi novatada y de seguro si hubiera una próxima vez, no estaré desprevenido.

De regreso a casa, me directo fui a visitar a mi amiga/abogada/bloguera independiente, la Lic. Regina Coyula que trabaja para la Asociación Jurídica Cubana (AJC) , y le comenté el desagradable encuentro. Intentaba blindarme ante las amenazas de una molesta visita a las oficinas de mi centro laboral para la verificación de los datos entregados. Ella intentó tranquilízame comentándome que las probabilidades que eso pasara eran mínimas. Motivada por el evento, ella tuvo el lindo detalle de publicar un post con el título “De policías y ciudadanos” en su blog “Mala Letra”. También me comentó su preocupación por un hecho muy común en estos días. Sucede que el desconocimiento de la ley desprotege y deja indefenso a loss ciudadanos frente a militares, cuando estos hacen cumplir la legislación vigente. Incluso, le dio un enfoque al asunto que yo hasta ese momento no había tenido en cuenta. Es verdad que la ley obliga a entregar una identificación cuando las autoridades cubanas así lo requieran, pero también obliga a los militares a entregar sus documentos si el civil así lo solicitara. Lo peor es que los militares saben el procedimiento porque lo estudian en las academias de policías, pero sacan la ventaja del desconocimiento de la ley por parte de los ciudadanos y niegan, retienen o muestran parcialmente el documento, violando ellos misma la ley que tratan de ejercer con toda la fuerza sobre el civil.

He tenido mucha paciencia ciudadana y esperé más de un mes por “el oficial Alberto”. A pesar de sus amenazas de verificar personalmente mis datos, nunca apareció en mi oficina. Y hasta hoy nadie del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de la calle donde vivo me ha visitado con pregunta incómoda o ha existido alguna represalia. Así que mi amiga Regina no sé equivocó y las probabilidades funcionaron a mi favor. En un momento difícil  de la discusión recordé aquel corto de video de ¿ficción? del escritor/guionista Eduardo del Llano en el que el antihéroe Nicanor O’Donnell es detenido en plena calle y luego es interrogado en el sótano de una estación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) ¿La acusación? el prisionero tenía la “extraña” afición de salir por las noches a pintar carteles pro gubernamentales. Traje este recuerdo a mi mente y en un momento duro de la discusión, procesé rápido mi pregunta y le espeté en su cara “Entonces, por fin ¿Está prohibida hacer fotos en las calles de Cuba? ¿Está prohibido tirar fotos a los carteles gubernamentales?” Tengo que admitir que fue genialmenteinfantil en su respuesta “No está prohibido hacer fotos, el problema es el “destino” de esas fotos”. Esa respuesta fue el evento que marco la curva de caída y final del encontronazo.  Pero si un día “el oficial Alberto” lee este post y mira tres párrafos arriba, sabrá cual fue el “destino” de esa foto, nada más y nada menos que mi propio blog. Pero hay más, porque el evento me motivó a crear un serie de fotos llamada “Cuba in motion” #cubainmotion . La inspiración la encontré en quienes son uno de los miembros de honor de mi lista de héroes: los bellos autos americanos de la década del 50s se que pasean por toda Cuba después de haber sobrevivido a una “guerra fría”, a la “caída de un muro” y a un “periodo especial en tiempo de paz”. Comparto hoy nueve las fotos que existen, pero agregaré mas según las tenga. Todas las fotos del proyecto “Cuba in motion” #cubainmotion estarán en mi perfiles de redes sociales, como son Facebook, Picasa, Flickr, y Twitter siempre bajo licencia Creative Commons para que todos las puedan disfrutar y compartir siempre que citen al autor. Solo me queda darle las gracias a “el oficial Alberto” y todos sus colegas, porque en definitiva ellos son uno de los grandes motivos para abrirme este blog.
PD: Este escrito fue originalmente escrito en Marzo del 2012. La foto que acompaña al post fue tomada muy cerca del puente de La Lisa momentos antes de la “interrupción oficial”.


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