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viernes, 5 de abril de 2013

La inocencia interrumpida

Un taxi “botero” Chevrolet en las calles de Cuba  Autor: Walfrido López R.
No ver, no oír, no hablar y .. no hacer fotos “incomodas” en las calles de La Habana, parece ser que hoy una nueva máxima para las fuerzas del orden. Hay un país, una Cuba que vivo a diario y no aparece en los catálogos para turistas porque allí no afloran las mansiones de Miramar, no hay lindas playas, los ancianos envejecen de forma acelerada y en muchas esquinas de la ciudad hay edificios en ruinas  como los de Bosnia 1995, aunque La Habana no ha sido bombardeada ni jamás ha sufrido terremotos. Al gobierno cubano no le gusta que fotografíes esa Cuba y mucho menos la muestres al mundo. Para mí es muy fácil encontrarla porque la vivo cada día, pero muchos cubanos no la ven porque es más fácil huir de ella. No los culpo, a nadie le gusta lo feo, lo sucio, lo malo o la decadencia. En la periferia de la ciudad, en avenida 51 y 144 hay un muro olvidado, lleno de huecos, cubierto por el moho y la dejadez. Allí hay un gigantesco mural con un desgastado slogan gubernamental y un excesivo uso del color rojo. Por delante de la pared, a un ritmo de dos por minutos, pasan los viejos autos americanos de la década del 50´s de todos los colores y marcas, reconvertidos hoy en taxis “boteros” y que van de la piquera de La Lisa al Parque Central o viceversa. Los que me conocen saben que tengo “debilidad” por la belleza y el simbolismo de estos autos. Allí mismo, frente a ese muro, a 100 metros del puente La Lisa (zona periférica que muchos consideran peligrosa) a las 3 de la tarde del jueves 12 de Enero del 2012 saqué mi cámara digital, apunté y empecé clic, clic, clic mientras ellos iban y venían. No podía pasar por mi cabeza que 10 minutos después, esa sería la causa de mi primer encontronazo con el Departamento Seguridad del Estado (DSE), la policía política del gobierno cubano, también conocida por todos como el temido G2 del Ministerio del Interior (MININT).

De tanto hacer fotos, mi visión periférica se me ha desarrollado un poco más de lo normal. Así que me puse en defensiva cuando ante mi asombro, casi a mi espalda, un hombre viene corriendo hacia mí con la clara intención de sorprenderme desde atrás. Llego rápido, pero a esas alturas ya me había dado tiempo para guardar la cámara en mi bolso y es que la primera idea que me pasó por la cabeza es que era un ladrón de cámaras. Al girar mi cabeza a la izquierda y verlo venir hacia mí, algo muy rápido me pasó por la mente y me hizo cambiar la percepción del momento y del personaje. Él era un joven blanco, de complexión fuerte, calzaba botas negras, vestido con jean y camisa de medianos cuadros de color rojo y blanco, rubio pero estaba pelado bajito, ojos azules y portaba un bolso. Para los que no están familiarizados con el asunto, este es el clásico módulo de ropas que se venden en los comercios de los militares cubanos. Por eso a veces, es muy fácil identificarlos en la calle, pues todos compran en la misma tienda. Por esta razón, cuando varios de ellos coinciden en un mismo lugar de operaciones policiales es muy fácil identificarlos. No es necesario comentar que ese detalle es considerado por muchos como un error del operativo militar, pues se pierde el llamado “factor sorpresa”. Le miré a la cara, le miré a los ojos y no venía en buena onda. Sin identificarse, sin presentarse y de muy mala forma me preguntó casi gritando ¿De dónde tú eres?¿Para quién tu trabajas? No hizo falta identificarse, esas dos preguntas y el tono prepotente de su voz bastaron para confirmarme que tenía delante de mí lo que despectivamente en Cuba llamamos “un seguroso”. He pensado mucho en ese instante, y reflexionando he tenido la certeza que esa entrada fuerte combinada con el factor sorpresa fue muy bien pensada, entrenada y no era algo espontáneo. Es muy común “paralizar” a un civil “metiéndole miedo” en plena calle, porque los militares saben que el miedo funciona cuando quieren callarte. Como el slogan de un aceite de frenos que tiene un comercial en la radio turista cubana, el miedo “te para en seco”. Pero esta vez se equivocó, porque en realidad ahí fue cuando empezó nuestra discusión.

El interrogatorio en plena calle debió durar diez minutos. La ronda de preguntas giraron en torno a un mismo eje ¿De qué país eres? R/ Cuba ¿En provincia vives? R/ La Habana ¿En qué municipio vives? R/ Nuevo Vedado, Plaza de la Revolución ¿Para qué periódico trabajas? R/ Ninguno ¿Por qué tiras fotos? R/ Soy fotógrafo aficionado ¿Qué haces con las fotos? R/ La tengo en mi computadora y las comparto con mis amigos vía Internet ¿Por qué estas en el municipio La Lisa a esta hora? Estoy enfermo y fui a una consulta al Hospital Ortopédico “Frank País”. Eran demasiadas preguntas inquisidoras chocando contra verdades respondidas en ráfaga y probablemente él no está acostumbrado a eso. En cambio el usó mentiras, como por ejemplo “algunos vecinos te han visto en otros momentos, escondido, acechando en las esquinas y haciendo muchas fotos” R/ Eso es MENTIRA, primero soy un trabajador de una oficina estatal y cada día me despierto a las 6:00am, después de un viaje de una hora entro a mi oficina antes de las 8:00 am y después de 8 horas de trabajo regreso a casa. Si no fuera por el viaje a la consulta en el hospital, hoy jueves, a esta hora yo estaría detrás de un buró con mi computadora no como tú “cazando” fotógrafos en las calles de La Habana. Segundo, haciendo uso de todos mis derechos como ciudadano cubano, no me escondo para hacer fotos en lugares públicos. Un mes atrás hice decenas de fotos durante el recorrido de la Virgen de la Caridad por toda  La Habana sin esconderme y créeme, nadie me molestó. Tercera razón, la última y terminamos, hace dos años no vengo al municipio La Lisa. Estoy seguro que no le gustó mis respuestas a pesar que todas eran la pura verdad. Tal vez estaba decepcionado porque esperaba “otras” respuestas, un confesión o el silencio y la cabeza baja. Como mismo a mí no me gustaron sus preguntas porque cuestionaban todos mis derechos ciudadanos. Pero cuando en Cuba, un agente de la ley, no importa dónde, ni cuándo, ni la causa, te pide identificarte, el ciudadano tiene (por ley) que entregarle el carnet de identidad al oficial. Hago el comentario porque, por supuesto ante mis respuestas y cuestionamientos, el siguiente paso fue la solicitud de identificación. A pesar de entregar en sus manos el documento, cuando le pedí que en reciprocidad se identificara, él se identificó como “el oficial Alberto”. Fue descortés y no lo hizo con toda la transparencia posible. Solo me comentó que era un oficial de “la contrainteligencia militar”. Ante mi insistencia del requerimiento de que necesitaba se identificara como un oficial de la ley porque él iba vestido de paisano y yo como civil necesitaba corroborar que era verdad la información que me estaba brindando verbalmente. De mala gana solo me enseñó por un breve instante una vista parcial de su carnet del MIMINT donde se podía leer bien grande Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Pude ver su foto, pero hábilmente tapó con un dedo la línea que mostraba su verdadero nombre, rango y unidad. Gracias a esa habilidad, hoy no puedo nómbralo como es debido. Él debió practicar mil veces y obtener notas sobresalientes en este ejercicio cuando estudió en alguna academia del MININT. Pero de seguro desaprobó otras asignaturas, porque recuerdo la mala cara que puso y su disgusto descompuesto, cuando le hice el comentario que él era un policía con muy mala puntería ciudadana, porque habiendo ejercido un procedimiento muy descortés y brusco conmigo, había tenido el mal acierto de equivocarse y ser la primera vez en mi vida que un policía requería mi carnet de identidad, incluso sin una causa probable. Admito mi novatada y de seguro si hubiera una próxima vez, no estaré desprevenido.

De regreso a casa, me directo fui a visitar a mi amiga/abogada/bloguera independiente, la Lic. Regina Coyula que trabaja para la Asociación Jurídica Cubana (AJC) , y le comenté el desagradable encuentro. Intentaba blindarme ante las amenazas de una molesta visita a las oficinas de mi centro laboral para la verificación de los datos entregados. Ella intentó tranquilízame comentándome que las probabilidades que eso pasara eran mínimas. Motivada por el evento, ella tuvo el lindo detalle de publicar un post con el título “De policías y ciudadanos” en su blog “Mala Letra”. También me comentó su preocupación por un hecho muy común en estos días. Sucede que el desconocimiento de la ley desprotege y deja indefenso a loss ciudadanos frente a militares, cuando estos hacen cumplir la legislación vigente. Incluso, le dio un enfoque al asunto que yo hasta ese momento no había tenido en cuenta. Es verdad que la ley obliga a entregar una identificación cuando las autoridades cubanas así lo requieran, pero también obliga a los militares a entregar sus documentos si el civil así lo solicitara. Lo peor es que los militares saben el procedimiento porque lo estudian en las academias de policías, pero sacan la ventaja del desconocimiento de la ley por parte de los ciudadanos y niegan, retienen o muestran parcialmente el documento, violando ellos misma la ley que tratan de ejercer con toda la fuerza sobre el civil.

He tenido mucha paciencia ciudadana y esperé más de un mes por “el oficial Alberto”. A pesar de sus amenazas de verificar personalmente mis datos, nunca apareció en mi oficina. Y hasta hoy nadie del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de la calle donde vivo me ha visitado con pregunta incómoda o ha existido alguna represalia. Así que mi amiga Regina no sé equivocó y las probabilidades funcionaron a mi favor. En un momento difícil  de la discusión recordé aquel corto de video de ¿ficción? del escritor/guionista Eduardo del Llano en el que el antihéroe Nicanor O’Donnell es detenido en plena calle y luego es interrogado en el sótano de una estación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) ¿La acusación? el prisionero tenía la “extraña” afición de salir por las noches a pintar carteles pro gubernamentales. Traje este recuerdo a mi mente y en un momento duro de la discusión, procesé rápido mi pregunta y le espeté en su cara “Entonces, por fin ¿Está prohibida hacer fotos en las calles de Cuba? ¿Está prohibido tirar fotos a los carteles gubernamentales?” Tengo que admitir que fue genialmenteinfantil en su respuesta “No está prohibido hacer fotos, el problema es el “destino” de esas fotos”. Esa respuesta fue el evento que marco la curva de caída y final del encontronazo.  Pero si un día “el oficial Alberto” lee este post y mira tres párrafos arriba, sabrá cual fue el “destino” de esa foto, nada más y nada menos que mi propio blog. Pero hay más, porque el evento me motivó a crear un serie de fotos llamada “Cuba in motion” #cubainmotion . La inspiración la encontré en quienes son uno de los miembros de honor de mi lista de héroes: los bellos autos americanos de la década del 50s se que pasean por toda Cuba después de haber sobrevivido a una “guerra fría”, a la “caída de un muro” y a un “periodo especial en tiempo de paz”. Comparto hoy nueve las fotos que existen, pero agregaré mas según las tenga. Todas las fotos del proyecto “Cuba in motion” #cubainmotion estarán en mi perfiles de redes sociales, como son Facebook, Picasa, Flickr, y Twitter siempre bajo licencia Creative Commons para que todos las puedan disfrutar y compartir siempre que citen al autor. Solo me queda darle las gracias a “el oficial Alberto” y todos sus colegas, porque en definitiva ellos son uno de los grandes motivos para abrirme este blog.
PD: Este escrito fue originalmente escrito en Marzo del 2012. La foto que acompaña al post fue tomada muy cerca del puente de La Lisa momentos antes de la “interrupción oficial”.


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