Instalación artística FE en una fachada del malecón de La Habana Foto: Walfrido López |
Clavada en el tiempo, La Habana se desangra, y muere. Esta ciudad ha tenido tanto sufrimiento, ha visto tanta sangre correr, que merece una corona de espinas. El vía crucis ha sido largo y doloroso. Esta ciudad que me vio nacer sufre, y yo también sufro con ella cuando la veo caer, en cada estación, ladrillo a ladrillo. Nadie limpia sus heridas. Nadie hace nada. O mejor, sí. Todos miramos al cielo y rezamos a Dios cada día para que un huracán no atraviese la ciudad de lado a lado, o que no lluevan tres días seguidos y después salga el sol. En cada amanecer le damos las gracias al Señor porque la naturaleza es sabia, y aquí no hay volcanes, no hay terremotos, no hay tsunamis…
Es Viernes Santo, es Semana Santa, es el Año de la Fe ¡Nuestra Fe es más grande que nosotros mismos! El polvo de las ruinas me da coriza, pero ya no me hace llorar. Hace años no lloro. Menos mal, porque ya no tengo más lagrimas. Otra crisis, otra vez en caída libre, otra vez el país se lo llevan en rumbo desconocido. Cada día en las calles hay más zombis, locos, putas, perros y mendigos. Cada día hay más muertos debajo de los escombros, pero aun no aparecen las aves de rapiña. Hoy cierro la boca, me tapo la nariz, abro los ojos y me dejo rodar por la Calzada 10 de Octubre, Monte, Reina, Belascoaín, Infanta, Carlos III, Ayestaran y Calzada del Cerro. ¡No se me quita la maldita sensación de ser un sobreviviente de cuatro guerras mundiales! El que cae, muere. El que se tambalea y cae, también muere. El “truco” está en no tocar el suelo. En cuestión de minutos, de día o de noche, un ejército hormigas desmiembra un viejo y enorme edificio que se ha derrumbado. Son muy codiciadas las grandes verjas forjadas por esclavos, los arquitrabes de madera de la época colonial y los ladrillos cocinados durante el machadato. Todo se vende a precio de rastro. Fundar una nación demora siglos. Desconstruir un país tarda minutos. No tengo dudas, el sistema nos ha fallado. El castrismo nos deja como herencia una ciudad congelada en el tiempo. Las ruinas de la catástrofe se extienden más allá de La Habana, porque la onda expansiva tiene alcance (inter)nacional.
El cubano de a pie tiene prioridades, como el más común de los mortales ¿Comer o no comer? ¿Comer o comprar pintura para la fachada? ¿Comer o comprar maderas para las puertas? ¿Comer o comprar cristales para arreglar las ventanas? ¿Comprar un plato de comida o un saco de cemento, clavos, tornillos, pintura, una brocha, un destornillador, un pico, un cubo, una pala? Mi amor, por favor, no me preguntes más por qué se me derrumbó el techo de la casa encima de mí cabeza y yo no hice nada. Mírame bien a los ojos ¡Estamos vivos! Y tal vez hoy sea nuestra última vez... aquí nunca se sabe.
29/Marzo/2013 La Habana, Cuba
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